¿Personas o mano de obra?
Enero 2010

El último libro del escritor japonés Haruki Murakami, titulado “El fin del mundo y un despiadado país de las maravillas”, narra dos historias paralelas, que discurren en dos mundos también paralelos, habitados por seres humanos que pierden la conciencia, los recuerdos y el corazón. Mientras leía esta obra, sobrecogido por la desolación en la que habitan sus protagonistas, los medios de comunicación se hacían eco de una iniciativa, impulsada por el Ayuntamiento de Vic, una localidad próxima a Barcelona, en virtud de la cual este Consistorio acordaba, por mayoría, rechazar el empadronamiento de las personas inmigrantes “sin papeles”.

Esta medida implicaba, en la práctica, impedir a la población extranjera en situación irregular acceder a las prestaciones sociales básicas, entre ellas educación y sanidad. Es evidente que no sólo los personajes que describe Haruki Murakami carecen de conciencia, recuerdos y corazón. Hemos olvidado ya que en un pasado reciente fuimos un pueblo emigrante, bien por razones políticas, bien por razones económicas. Aprendimos entonces a valorar conceptos como igualdad, justicia y respeto, que en muchos casos se nos reconocieron, pero en otros muchos se nos negaron, al igual que hacemos ahora nosotras y nosotros, demostrando que tampoco tenemos memoria.

Me preocupa el avance imparable de un discurso demagógico y populista, que presenta a las personas inmigrantes como una amenaza a nuestro bienestar y a nuestra convivencia. La derecha más reaccionaria alimenta estas ideas que se propagan a un ritmo imparable, consolidando el racismo y la xenofobia. Prueba de ello es la propuesta del Consistorio de Vic, gobernado por CiU, PSC y ERC. No es casualidad que en este municipio la segunda fuerza política, Plataforma per Catalunya, esté dirigida por un ex militante de Fuerza Nueva, Josep Anglada, candidato del Frente Nacional al Parlamento Europeo en 1989 y ahora concejal en Vic.

Su programa sólo tiene un eje: hacer frente con mano dura a la inmigración, que equipara con más gasto social y más delincuencia. Su ambición, en cambio, no conoce límites: Anglada asegura que será el próximo alcalde de Vic y añade que tendrá representación en el Parlament de Catalunya. Espero que las urnas frenen sus aspiraciones, pero no hay razones para el optimismo. Sus tesis suman adhesiones día a día, y parece obvio concluir que el temor a retroceder posiciones electorales se esconde tras la postura adoptada por el Ayuntamiento de Vic, contrario al empadronamiento de la población inmigrante “sin papeles”.

De todos modos, lo ocurrido en la localidad catalana no es un hecho aislado. Responde a un sentir, no sé si mayoritario, aunque sin duda significativo, que recela de la inmigración, en la falsa creencia de que estas personas nos quitan el dinero, el empleo y el espacio. Me precio de tener amigas y amigos tolerantes, pero aún así, en más de una ocasión, reconocen albergar reticencias ante la convivencia con otras razas y culturas. ¿Qué nos está ocurriendo? ¿Dónde están nuestra conciencia, nuestros recuerdos y nuestro corazón? ¿Por qué damos la espalda a quienes huyen de la represión, el hambre y la miseria en sus países, que son, al fin y al cabo, consecuencias del modelo de desarrollo actual, dictado por el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional.

No es fácil encontrar una respuesta a estos interrogantes; en la Unión Europea se ha impuesto un pensamiento dominante, interesado en extender el temor a la población inmigrante para justificar la aplicación de políticas regresivas, contrarias a los derechos humanos. La Directiva de Retorno, aprobada en junio de 2008, es un buen ejemplo. Esta norma, respaldada por el PSOE y el Grupo Popular Europeo, permite la detención de las personas inmigrantes sin papeles, que podrán ser recluidas hasta 18 meses, a la espera de la orden de expulsión. Los jóvenes menores de 18 años también podrán ser retenidos y a posteriori repatriados a sus países de origen.

Mientras en Europa PSOE y PP votaban juntos la Directiva de Retorno, ese mismo año en Torrejón de Ardoz el partido liderado por Mariano Rajoy modificaba los requisitos de empadronamiento para la población inmigrante no comunitaria; debían acreditar un mínimo de 20 metros cuadrados por persona y vivienda, si no había grado de parentesco cercano, y aún así quienes tenían visa de turista no podían inscribirse. Izquierda Unida denunció este hecho ante el Defensor del Pueblo, sin obtener respuesta. Es cierto que los Ayuntamientos de Vic y Torrejón de Ardoz han dado marcha atrás en sus pretensiones, pero lo han hecho forzados por un dictamen de la Abogacía del Estado y, en ningún caso, por convicción.

¿Qué futuro nos espera? Posiciones como éstas fortalecen los sentimientos racistas y xenófobos que, a su vez, fortalecen a la extrema derecha y a las mafias que se lucran explotando a quienes buscan empleo pero no tienen papeles. ¿Cuál es la solución? No lo sé, pero me consta que hasta que no asumamos como prioridad luchar contra la desigualdad y la pobreza en el mundo todas las iniciativas para frenar la inmigración estarán condenadas al fracaso. Ni las vallas levantadas en Ceuta y Melilla, ni la Directiva de Retorno, ni actuaciones como las promovidas en Vic y en Torrejón de Ardoz harán desistir a quienes escapan de la miseria.

En 1965 el novelista Max Frisch, refiriéndose a quienes emigraron a Suiza procedentes del Estado español, Italia y Portugal, pronunció la siguiente frase: “Queríamos mano de obra y llegaron personas”. Efectivamente, personas con derechos, personas con dignidad. Hoy ni la Ley de Extranjería, recientemente reformada por el Gobierno Zapatero para endurecerla, ni la Directiva de Retorno o Directiva de la Vergüenza, les reconocen como seres humanos si no disponen de permiso de trabajo o residencia. Debemos recuperar la conciencia, los recuerdos y el corazón para analizar el fenómeno de la inmigración, fomentar el debate sobre la ciudadanía universal y consolidar un mundo más equilibrado y más justo. En caso contrario, nos daremos de bruces con otro fenómeno más grave y peligroso: el avance de la extrema derecha. Vic y Anglada pueden ser sólo el principio.

Javier Madrazo Lavín


5 Respuestas to “¿PERSONAS O MANO DE OBRA?”


  1. 1 maika
    26/05/2010 a las 12:42 pm

    segun uds. sr. madrazo debemos dejar que cualquier inmigrante «sin papeles» se empadrone: pues asi estamos donde estamos… y eso que uds dice cuando el pais va muy bien hasta es posible, pero en estos momentos es impensable, no solo por los recursos si no por la crispacion social que conlleva.
    ud. sr. madrazo dice que no tenemos memoria ni recuerdos de otros tiempos pasados en lo que este tema fue mejor, y yo pienso si confunde inmigracion con emigracion. desde luego lo mas cercano que conozco son mis suegros que tuvieron que irse a trabajar a Alemania (10años) dejando un bebe de 18meses y otros 3 niños de 3,4,y 5años con sus abuelos… y le aseguro que en aquellos tiempos nadie podia salir a trabajar sin un contrato de trabajo desde aqui… asi que si esto se hacia hace 40años ahora que estamos haciendo??? yo que vivo en el pais vasco y vine con 2 añitos , recuerdo de pequeña como mi madre tenia que oir que habiamos venido a quitar el trabajo… eso sin salir de españa y que pasa que de repente nos hemos hecho supersolidarios y buenisimos de la muerte??? me entiendo como ciudadana del mundo a pesar de tener raices pero desde luego no se puede albergar maleantes ni delicuentes quien venga que venga a trabajar!!! que yo pienso que hacen mucha falta y que han aceptado todos los trabajos que muchos no querian.. pero a lo dicho: A TRABAJAR.

  2. 2 Jesús
    19/11/2010 a las 9:14 am

    Es este un tema muy peliagudo y al tiempo peligroso y es cierto que sólo la buena gestión de las políticas sociales pueden crear una sociedad justa. Pero la mala gestión puede crear xenofóbia y racismo.

    Por eso es muy importante que los ciudadanos, el pueblo, no confunda en sus sentimientos de injusticia de la mala gestión social con unos sentimientos de xenofóbia y racismo.

    LLevo un año desempleado, y tengo 4 hijos, al tiempo que veo cómo el ayuntamiento de mi localidad contrata personal inmigrante, y «me duele», claro que me duele… pero no porque piense que yo tengo más derecho que el inmigrante… sino porque tengo «el mismo». Por eso no me opongo a la inmigración y mis sentimientos no son racistas, sino en contra de la mala política social.

    Y quisiera mandar un mensaje a tantos Españoles que como yo sienten esa injusticia, no la descarguen en el racismo y la xenofóbia «excusa perfecta para estos políticos», y que les viene muy bién que pensemos así… para que no abramos los ojos.

    ¿A caso si yo decidiera adoptar a uno o dos hijos?, teniendo 4, ¿no merecerían todos lo mismo?.Si me preocupo por que el que adopto no le falte de nada y le compro zapatos a él antes que a mis hijos biológicos… ¿no estaré fomentando un posible odio de estos hacia el adoptado?.Pero ¿no es cierto que lo que deberían hacer estos hijos, es protestar al padre?, ¿que culpa tendría el adoptado?. Y si resulta que tiene problemas, psicológicos, o de inadaptación o delincuencia.¿Seria justo que me lo quitara de encima?, pues no, porque sería mi responsabilidad velar por su educación, adaptación, integración…como con los hijos biológicos.

    Por tanto, pienso que este gobierno no sabe gobernar, y que es una lástima que la riqueza que puede dar a una comunidad la interculturalidad, la conviertan en problema y odio hacia la inmigración.
    Un saludo.

    • 20/11/2010 a las 8:57 am

      Me gusta mucho tu enfoque acerca de la inmigración! Necesitamos no atacarnos unos trabajadores contra otros, sino exigir juntos una política verdaderamente social y una redistribución de la riqueza.El problema no son los inmigrantes, sino el capitalismo! Abrazos javi


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Quién soy

Nací en Riaño, Cantabria, el 12 de Agosto de 1960; cuando tenía un año de edad mis padres se trasladaron a Bilbao, y desde entonces vivo en el barrio de Rekalde. He sido parlamentario de Ezker Batua_Berdeak entre 1994 y 2001, y Consejero de Vivienda y Asuntos Sociales del Gobierno Vasco entre 2001 y 2009. Ahora, trabajo como Profesor de Filosofía, Ética y Ciudadanía en un Instituto de Bilbao.

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